Bien es sabido que en el Río de la Plata es prácticamente nula la cultura, el gusto y la tolerancia a la comida picante. Tan es así que sólo poseemos una palabra para describirlo. En Israel hay dos términos distintos, con sus respectivas graduaciones. Picanti¸ de obvio origen latino, suele emplearse para esa leve pungencia que queda en boca sin riesgo de sacar lágrimas; algo parecido a la salsa que algunos ponen sobre el locro, o un chimichurri osado. En Argentina es difícil comer algo autóctono que arda más que eso, y alcanzaría para definir toda la experiencia del porteño promedio. Cuando en Israel quieren hablar de picante de verdad usan el local jarif, de etimología aramea. Aunque sea la versión oficial del diccionario, es un poco menos preciso. Hay un abanico de sabores posibles cuando uno es ofrecido condimentar con jarif el falafel o el shawarma. Desde ese simpático sabor que queda en boca unas horas, mencionado anteriormente, hasta la absoluta tortura con sudor y lágrimas, que en México simplemente llaman enchilarse.
En las últimas semanas, la guerra tibia entre Israel e Irán pasó de picanti a jarif; ya no es posible precisar si los pequeños pero concretos incidentes a los que estamos casi habituados podrán tener consecuencias devastadoras, y el final es imprevisible, cual condimento de comida callejera levantina.
El avión de propiedad iraní se mantiene en agenda de los medios argentinos después de más de una semana de aterrizado gracias a dos o tres vicios típicos locales; la lentitud de la justicia, las piruetas del gobierno y sus cortinas de humo sobre hechos sabidos y comprobados, y la incompetencia de parte de los medios para denunciar esto último. Como tantas otras veces, cabe preguntarse si Agustín Rossi y Aníbal Fernández son o se hacen.
Ningún funcionario de seguridad, agente de inteligencia o periodista en tema puede ignorar los siguientes datos, verificados por este newsletter: el capitán Gholamreza Ghasemi, pasaporte M51374791 y documento iraní N°0045013632, fue designado el 3 de agosto de 2019 como director ejecutivo de Fars Air Qeshm, y formó parte del directorio desde el 1° de julio de 2017. Aquella aerolínea de transporte de carga operó bajo su última administración entre 2017 y 2021. A mediados de 2018 las agencias de inteligencia de occidente advirtieron que un Boeing 747 de la compañía realizó al menos dos vuelos a Beirut con rutas poco habituales; una con escala en el Aeropuerto Internacional de Damasco, que tomó un desvío extraño por el norte del Líbano, y otro desde una base aérea de Teherán, que evitó por completo los espacios aéreos de Siria e Irak. Se estimaba entonces que esos vuelos llevaban componentes para la fabricación de armamento iraní en suelo libanés para Hezbolá. Ya en aquel momento la inteligencia occidental dejaba trascender que la Guardia Revolucionaria Islámica tenía tres representantes en el directorio de esa empresa: el presidente Hamid Reza Pahlavani, Alí Naghi Golparast Nasiasari y el propio Ghasemi. En septiembre de ese año la Fuerza Área de Israel realizó dos operativos simultáneos, en el aeropuerto de Damasco y en una base de Latakia, en la que destruyó galpones e infraestructura armamentística iraní. En el ataque a Damasco se habría destruido uno de los dos 747 propiedad de Fars Air Qeshm.
Este tipo de operaciones contra infraestructura iraní en Siria son casi de rutina, y fueron el motivo de la postura inicial de Jerusalén de tendencia mediadora entre Rusia y Ucrania. Tema para otro momento, pero cabe mencionar que hace dos días Moscú llamó a consultas al embajador israelí, justamente, por un ataque al mismo aeropuerto ocurrido la semana pasada.
Por si resultara poco lo que se sabe sobre Gholamreza Abbas Ghasemi, quien no tiene homónimo en su industria, entre 2016 y 2020 fue director ejecutivo de Karun Airlines, una aerolínea de pasajeros y carga, propiedad del fondo de pensiones de la Compañía Nacional de Petróleo Iraní, entidad globalmente sancionada y dependiente del Ministerio de Petróleo de Irán. Karun Airlines no está sospechada de ser un brazo logístico de la Fuerza Quds ni de la Guardia Revolucionaria, pero su carácter estatal hará que a Ghasemi le suenen las alarmas cada vez que quiera pisar un aeropuerto occidental, incluso años después de haber abandonado su puesto. Ghasemi no está inscripto como dirigente de Mahan Airlines, propietaria del Boeing 747-300 que alquila la venezolana Emtrasur, pero caben sobre la empresa sospechas de realizar operaciones logísticas para la Fuerza Quds similares a las de Fars Air Qeshm. Estas operaciones sólo pueden realizarse a través de compañías privadas, porque las estatales están bajo sanciones y tienen dificultades para salir del espacio áereo iraní.
Asunto nuclear
Esta semana el incalificable Pablo Duggan remarcó ante unas afirmaciones de Luis D'Elía que “La guerra con Irán es de Israel… con un gobierno demócrata ya no es de Estados Unidos” y se llevó la felicitación explícita del agente iraní, quien aseguró que Estados Unidos e Irán están discutiendo directamente. En principio, esto es fácil de refutar. Por pedido iraní, en las negociaciones por volver al acuerdo nuclear en Viena hay dos salas de reuniones diferentes. Los delegados europeos deben permanentemente levantarse de la mesa iraní para ir a conversar con los norteamericanos por separado, y viceversa. La única ocasión en la que representantes de ambos países se verán frente a frente en el futuro próximo será en Doha, el 29 de noviembre, por la tercera fecha del grupo B del Mundial.
Nada parece indicar que Washington esté próximo a levantar las sanciones reimpuestas por Trump tras la cancelación del acuerdo nuclear de 2015. Al asumir, Biden se comprometió a volver a negociar. En abril de 2021 comenzó el diálogo en Viena, postergado unilateralmente por Irán a las pocas semanas, hasta después de la asunción del actual presidente Ebrahim Raisi. En el intervalo, la Agencia Internacional de Energía Atómica informó sucesivamente los avances en el enriquecimiento de uranio y las violaciones a las medidas de monitoreo acordadas. Días atrás la Agencia denunció la falta de cooperación iraní por no explicar adecuadamente el descubrimiento de rastros de uranio enriquecido en tres sitios que Teherán no había declarado que albergaban actividades nucleares. Irán respondió apagando más cámaras de monitoreo. La reciente negativa de Biden de quitar de la lista de organizaciones terroristas a los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica garantiza que las negociaciones queden en punto muerto.
Las fuentes israelíes, norteamericanas y de las Naciones Unidas coinciden en que Irán está a semanas de tener suficiente uranio enriquecido para fabricar al menos un arma nuclear, algo que de todas maneras podría llevar hasta dos años más… siempre y cuando no haya imprevistos.
En el último lustro fueron varios los incidentes poco claros contra instalaciones nucleares y afines. Ataques de drones, explosiones bajo tierra que sugieren el trabajo de infiltrados, centrifugadoras hackeadas y el asesinato de película del padre del programa nuclear iraní, Mohsen Fajrizadeh. Son sólo algunos de los tantos operativos que Israel no se adjudicó, pero digamos que a la mayoría se les siente el picanti. El plausible comentario es que cada vez que el primer ministro Bennett y el ministro de Defensa Gantz viajaron a Washington durante el último año llevaron consigo una carpeta con potenciales acciones similares en caso de que la diplomacia falle.
Tanto le preocupa a Biden el tema Irán que de hecho está siguiendo una política de Estado inaugurada por Trump: el acercamiento entre Israel y el golfo. En un mes el presidente visitará Jerusalén y Riyad. Tan sugestivo como ese itinerario fue cuando hace dos semanas, a instancias de Washington, se le permitió por primera vez a una delegación de empresarios israelíes ingresar a Arabia Saudita y comenzar desde cero algunos lazos comerciales. Las relaciones diplomáticas, incluso el reconocimiento mismo, están lejos, pero ya es indisimulable lo que pasa por debajo de la mesa.
Los acercamientos no cesan ahí. La semana que viene el príncipe heredero, Mohamed bin Salmán, visitará en el palacio presidencial de Ankara al presidente turco Recep Tayyip Erdoğan, dando por terminado el affaire del asesinato del periodista Yamal Jashogyi. Y las relaciones de Turquía con Israel están en el mejor momento del siglo. El presidente Herzog realizó una visita de Estado en marzo, y a fines del año pasado Erdoğan tuvo un llamativo gesto al permitir volver a casa a dos turistas israelíes detenidos por fotografiar un palacio presidencial.
Por ello en parte sorprendió cuando hace una semana el canciller Yair Lapid desaconsejó fervientemente evitar los viajes a Turquía, uno de los destinos predilectos de los turistas israelíes. Trascendió luego en medios locales que diez días antes una pareja israelí se encontraba paseando por un mercado de Estambul cuando recibió un llamado de un alto funcionario de seguridad israelí, quien tras identificarse les rogó que no se muevan, y que por ningún motivo regresen al hotel. Minutos después una camioneta con ocho agentes israelíes los llevó directo a un avión y de ahí de regreso a casa. En el trayecto, les mostraron las pruebas de que agentes iraníes planeaban asesinarlos. Según el mismo trascendido, el dato llegó a la inteligencia israelí gracias a sus colegas turcos. Cuando la amenaza es directa contra civiles, podemos asumir que pasamos a jarif.
¿Qué pito tocamos?
Así como ya es un lugar común explicar la invasión a Ucrania por la nostalgia zarista de Putin, Irán también tiene aspiraciones expansionistas que guardan cierta añoranza al Imperio persa. La Revolución Islámica está urgida de proxis: los hutíes en Yemen, Bashar al-Ásad en Siria, Hamás y la Yihad Islámica Palestina en la Franja de Gaza y el aliado histórico y natural, Hezbolá en Líbano.
El brazo político del grupo chiita se vio debilitado en las últimas elecciones, y el paramilitar no puede nutrirse de recursos por si solo. Líbano es la definición viva de Estado fallido y la explosión del puerto de Beirut de 2020 puso en evidencia la impunidad con la que se mueven.
Irán tiene un ejército oficial, encargado de una defensa territorial convencional, y a los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica, un ejército paralelo, vagamente a cargo de “defender la Revolución”, que pasa por el costado de la clase política y depende directamente del líder supremo Alí Jameneí. Uno de esos cuerpos es la Fuerza Quds, una suerte de CIA iraní, encargada de las operaciones no convencionales en el exterior, y también bajo mandato directo del líder supremo. En este rol, la Fuerza Quds está encargada de la planificación y logística con los aliados externos. Quienes conocen el clima interno de Irán aseguran que sólo la pandemia pudo disimular el desconcierto general, las disputas palaciegas y el caos militar que significó el asesinato de Qasem Soleimani, entonces general de la Fuerza Quds, en enero de 2020. Desde entonces Jameneí repite la promesa de vengarse, pero no parece haber tenido éxito. En cualquier caso, quien lleve a cabo esa acción estará bajo la coordinación de la Fuerza Quds.
El Cono Sur es un casillero alejado en el tablero, pero no completamente irrelevante. Desde principios de los 90 se conoce el rol de Ciudad del Este como centro de actividades de Hezbolá, ejecutor de los dos peores atentados terroristas que sufriera Argentina, a su vez el peor atentado directo contra Israel en el exterior más uno aún más sangriento con una clara intención política hacia ese país también.
Más allá de aventurarse a pensar que tal vez lo del avión de Mahan Air piloteado por Ghasemi se trataba de una misión de reconocimiento, no está inmediatamente claro qué puede querer Irán en Argentina, cuyo rol es difuso y por carácter transitivo. Mientras Alberto Fernández oficiaba de representante de Nicolás Maduro en Los Ángeles, éste estaba en Teherán en visita de Estado, incluso siendo recibido por Jameneí, algo poco usual para un mandatario extranjero. Irán y Venezuela son un bloque sólido, sin excepciones y sutilezas que la transversalidad geopolítica le puede imponer a países occidentales. No es necesario un comentario sobre las contradicciones de la Casa Rosada en materia diplomática. Irán hasta parece no terminar de ver en ello un problema, sino una oportunidad de escudarse bajo un idiota útil. El tema saltó gracias a los aficionados a la aviación que se sorprendieron de ver un 747 en Córdoba y a la negativa uruguaya de dejar aterrizar el avión. Así fue como se enteró Agustín Rossi también, quien parece haber recibido la bienvenida de sus subordinados en la AFI, omitiendo transmitirle información que todos los servicios de inteligencia de la región y las compañías petroleras ya sabían.
Aunque se hayan arriesgado a mandar un pasaporte que hace sonar de inmediato el detector de sanciones, y aunque les hayan fallado varios operativos en los últimos años, tiendo a creer que los iraníes no son tan ingenuos como para confiar en el gobierno argentino, y que tomarán las contorsiones y la ineficiencia como de quien viene.