#14 ¿Qué hace a esta ola diferente?
Coinciden Ramadán, Pesaj y Pascuas, y una historia dolorosamente conocida.
Sin pruebas ni dudas, me atrevo a afirmar que ante la innecesaria pero democrática pregunta de la estación favorita, debe ser muy poca la gente en Medio Oriente que no responde primavera. Su superioridad es indiscutida por parámetros casi objetivos: las temperaturas son moderadas día y noche, los aparatos de calefacción o refrigeración prescindibles, los campos florecen y se ponen en su máximo verdor, y hasta es posible disfrutar de días de playa. Pero desde que el invierno más frío del que se tuvo registro en el joven Estado de Israel empezó a ceder, no han habido días brillantes, por un sharav (o jamsín) no demasiado pronunciado pero persistente. Hace 15 días que en Israel dejó de llover pero el cielo no parece estar del todo despejado, por esta tormenta de arena y tierra del desierto, típica de la temporada. La misma que el año pasado causó el famoso bloqueo del Canal de Suez. Casualmente, la misma opaca quincena primaveral dejó también 14 muertos por cuatro ataques terroristas, en la peor ola desde la Segunda Intifada.

Los ataques no están directamente conectados entre sí, y debe hacerse una distinción entre los primeros dos, en Beersheba y Hadera, perpetrados por ciudadanos árabes-israelíes que clamaron actuar en nombre del Estado Islámico, y los últimos dos, en Bnei Brak y Tel Aviv, en los cuales palestinos de Jenín se infiltraron a través del sistema de barreras de seguridad. Están claras dos cosas, en cualquier caso. Primero, el efecto copycat; el primer atentado inspiró al siguiente y así sucesivamente. En segundo lugar, las tensiones afloran en Ramadán, el mes sagrado del calendario musulmán, antes y durante el cual se suelen saldar cuentas y tomar determinaciones.
Similar a lo que sucedió hace un año, cuando durante las vigilias en la Puerta de Damasco de la Ciudad Vieja de Jerusalén palestinos y fuerzas de seguridad israelíes se enfrentaron casi a diario, con ocasionales visitas de grupos judíos de ultraderecha que hicieron su aporte a la confusión general. El día en que coincidieron La Noche del Destino musulmana y el Día de Jerusalén israelí, Hamás disparó desde Gaza siete cohetes a la capital, y luego una seguidilla de más de 4.000 proyectiles en 10 días hacia el sur y centro del país.
Si bien Hamás y la Yihad Islámica, con mayor presencia en la Margen Occidental, y especialmente en Jenín, siguen felicitando a los mártires por derramar sangre de civiles, nada indica que estén activamente preparando un ataque coordinado en algún grado. No hay dudas de que esperan con ansias imágenes de violencia en la mezquita de Al Aqsa para seguir incitando un levantamiento, pero hasta ahora los rezos en el tercer sitio más sagrado para el Islám, emplazado encima del sitio más sagrado para el judaísmo, han sido pacíficos.
Todo tipo de elecciones
Así como la elección de la primavera como mejor estación parece unánime, también lo fue hace un año la preocupación por los episodios de violencia entre judíos y árabes israelíes, algo hasta entonces inédito, que merrmaron casi al unísono con el fin de los cohetes. No hubo otros episodios llamativos similares durante los meses subsiguientes, y el mayor objetivo policial fuera de la seguridad general volvió a ser el crimen dentro de la sociedad árabe. El actual gobierno, el primero en incluir un partido árabe en la historia, dispuso enormes partidas presupuestarias para hacer frente a este flagelo, que se cobró más de 100 vidas en cada uno de los últimos dos años. Demasiado temprano para saber si hay avances.
Y aunque haya un consenso total sobre lo correctamente asignada que está esa partida de 750 millones de dólares en cinco años, el gobierno que la impuso pende de un hilo finito. Esta semana renunció a la coalición Idit Silman, del partido Yamina, de Naftali Bennett, y el gobierno ya no tiene mayoría en el parlamento.
Entre las cientos de cosas difíciles de explicar, pero que para alguien que vive acá tienen sentido, la más insólita debe ser la gravitación del primer ministro. En la coalición hay otros 5 partidos con las mismas o más bancas que Yamina, pero sin embargo todos aceptaron que Bennett sea el primero de dos primeros ministros en la rotación. El primero en proponerlo fue Yair Lapid, que aportó el triple de escaños y podría ver su rol adelantarse si la oposición logra disolver la Knéset. Pero esto es tanto o más improbable que la formación de otro gobierno, porque la oposición comandada por Netanyahu tendría, con viento a favor, 54 bancas, y necesita 61 para conseguir el llamado a elecciones.
Los números que faltan los tiene la Lista Conjunta, de mayoría árabe, experta en votar siempre lo que sea menos constructivo para uno u otro. Su titular Ayman Odeh ya dijo que no sería el salvavidas de Bennett, pero tampoco parece que vaya a ayudar a Netanyahu. De alguna manera, estoy ansioso por ver cómo encuentran la tercera posición en un dilema puramente binario.
Silman había recibido una gran cantidad de presiones (por parte de quienes ahora la aplauden) en el momento en el que tuvo que votar en favor de la conformación de este gobierno. Bennett se enteró por las noticias, y la razón oficial fue una perorata sobre cómo se está perdiendo el caracter judío del país porque el gobierno no pelea la decisión de la Corte Suprema que prohibe a los hospitales públicos obligar a no ingresar comida no apta para Pesaj a pacientes y familiares. Igual que la oración precedente, su argumento es una subordinada pelotudez, y asumimos que las presiones continuaron, junto con la promesa del puesto de ministra de Salud en un gobierno encabezado por Likud. Para que eso suceda no solamente tendrán que efectivamente desertar otros miembros del gobierno, aunque candidatos no faltan. Las encuestas encargadas rápidamente por los principales medios israelíes son crónica anunciada. Todo sigue más o menos igual desde 2019. Las complejas fórmulas para llegar a 61 bancas son sólo posibles con partidos árabes en el gobierno, o una renuncia histórica de Netanyahu, que abriría la puerta a un gobierno de derecha fuerte y numeroso, liderado por prácticamente cualquiera. Pero adivinen qué es más probable.
Nos habría bastado
Es difícil ser optimista cuando todo indica que la ola de ataques no terminó. Se puede palpar la tensión, y gente que en general está tranquila reconoce no sentirse cómoda. La presencia policial se ha visto claramente incrementada en áreas urbanas y el gobierno pidió a todo aquel que tenga un arma y licencia para usarla que la lleve y esté atento. Eso no genera temor, más bien lo contrario, porque la experiencia y responsabilidad en la sociedad israelí no tiene precedente. Pero flota en el aire una combinación de “¿otra vez?” y de “¿hasta cuándo?”.
En una nota personal, si llego a esta instancia del año en algún tipo de crisis, me gusta pensar que del Egipto físico salimos una vez hace cuatro milenios, pero que cada año tenemos que salir del Egipto interior. Al desafío particular se le suma el colectivo, de imposible resolución. No es la primera vez que recurrimos a milagros por esta época.
Siguiendo con el título personal y los avisos parroquiales, habrán notado el prolongado silencio de radio de este newsletter; algunos cuantos cambios profesionales, falta de inspiración y tiempo, una combinación y un remix de todo eso. Como la presunta maldición china, todo indica que nos están por tocar tiempos interesantes, por lo cual es el mejor momento para reclamar de vuelta este espacio. Como siempre, recibo con beneplácito comentarios, preguntas, sugerencias, correcciones y anécdotas en mi email, al que acceden respondiendo a este correo.
Shabbat Shalom veShketá. y si no nos vemos, Jag Pesaj Sameaj.
(Buen y tranquilo fin de semana, y Felices Pascuas)
Diego